TEMAS URGENTES


El "mirador" condena a muerte a la capilla. Esta "obra de arte", hecha sin voto y sin concurso, completa, con el "hueco" y la "carretera", la destrucción de la colina de San Isidro.

Un "mirador" inútil sobre el Mirador

La construcción del denominado "mirador" de San Isidro llama la atención por diferentes razones. En primer lugar, la necesidad.

¿Era necesario, urgente, imprescindible, construir en el lugar semejante monumento al absurdo, un "mirador" sobre el Mirador? ¿A quién satisface su construcción, al ego de una persona, de varias? ¿Se consultó a la población al respecto? Tras probarse su urgente necesidad, ¿se convocó, como es norma en toda sociedad civilizada y democrática, a un concurso para estudiar propuestas?

Estas son algunas de las preguntas que suscita este extraño "monumento". Hay otras, incluso más graves: ¿Cuánto se pagó? ¿Quiénes cobraron?

La construcción del "mirador" de marras es un desatino, se lo miré por donde se lo mire. Sobre todo cuando se piensa que desde hace años, el siniestro "hueco" de San Isidro está allí, al lado, gritando no sólo la destrucción de la colina emblemática de Celendín sino de toda la fisonomía del pequeño valle.

La contrucción de esa "obra de arte", hecha sin voto ni consulta alguna y a pocos pasos delante de la capilla, de hecho condena a muerte a ésta, digan lo que digan los optimistas. Este proyecto sospechoso, junto con el "hueco" y la "carretera", representan la ruina final de nuestro cerro tutelar. ¿Qué vendrá luego? Hay rumores de que se venderá terrenos para urbanizar lo que queda.

¿No hubiera sido más juicioso emplear el misterioso dinero del "mirador" para comenzar a rellenar el enorme foso que es la vergüenza de todos los responsables que se han sucedido en la alcaldía en los últimos treinta años? ¿No hubiera sido mejor levantar allí, por ejemplo, un edificio útil a toda la colectividad, un teatro, un mercado, o simplemente, con piedra y tierra, restaurar la armonía del lugar?

Algunos quieren contraponer la calidad "artística" del nuevo "monumento", a la pequeña capilla campesina que desde hace mucho presidía la suave cima de la colina, un edificio minúsculo, modesto, que hablaba el mismo lenguaje de nuestros paisanos de Molinopampa y aledaños.

Un artefacto "clásico", "barroco" y "moderno", todo a la vez, huachafo en suma, ¿tendrá más carga simbólica, o más belleza, que la pequeña iglesia que dialogaba armoniosamente con la ciudad, con el viento y con los eucaliptos y alisos del lugar? La capilla de San Isidro necesitaba mejoras, sin duda: ser realzada en sí misma, y completada con una losa y bancas, con macetas y farolas, pero, por ello, ¿había que "eliminarla", "desaparecerla" del paisaje? Este el resultado concreto de la increíble obra que se ha perpetrado.

El famoso "mirador", ahora ya culminado, es, al final, un monumento a la mediocridad y a nuestros defectos. A la mediocridad que nos imponen (bien intencionada, tal vez, pero destructora) y que permitimos. A la necesidad de reflexionar que desde siempre tienen nuestras autoridades locales. A la urgencia que tenemos todos de aprender lo que es un debate cívico y democrático. Aprendamos la lección, recordemoslo para el futuro: antes de planear y decidir este tipo de obras, el pueblo debe ser consultado y debe votar, tras una discusión publica que contemple no sólo la necesidad del proyecto sino también los elementos estéticos, técnicos, turísticos y, por supuesto, ecológicos, que se debe respetar.

Ya es tiempo de proteger a Celendín. ¡Que cese su destrucción!


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