Los personajes de un pueblo, sea cual fuera su índole, con sus defectos y sus virtudes, con su brillo, su ingenio o con su tragedia, con la forma como encararon sus vidas, son los hombres que encarnan el espíritu de una colectividad. Son aquellos que con sus grandeza o miseria, o con ambas, marcaron a los suyos con su huella y en algunos casos les señalaron un derrotero a seguir.

Nuestro pueblo es sumamente rico en experiencia humana. Nuestros hombres y mujeres de valor han brillado en las actividades más diversas: agricultores, artesanos, maestros, escritores, artistas, comerciantes, abogados, intelectuales, políticos, de todo tenemos en nuestro álbum de figuras destacadas.

Y también están, por supuesto, los que sin haber recibido dones de la vida, convirtieron su experiencia humana en una aventura digna de ser meditada.

El propósito de esta sección es precisamente ir al rescate de la vida y de los hechos de nuestros grandes hombres y mujeres, de aquellos que nos ayudaron a construir nuestra personalidad colectiva.

Es hoy urgente que los celendinos jóvenes, los nuevos habitantes de la ciudad, tengan claro que en esas calles por las que transitan y en esas casas que contemplan, vivió gente que enfrentó un mundo más difícil aún que el que les ha tocado, y que enfrentaron los problemas con pundonor y coraje.

En sus vidas, en lo que hicieron y en lo que no hicieron, mirémonos hoy los celendinos para determinar lo debe ser nuestra conducta en la vida y la forma como debemos contribuir a la solución de los problemas nuestros.