LOS INOLVIDABLES


Honorio Malaver, el gran ciego
Escribe Alfredo Rocha Zegarra

El HONORIO MALAVER fue un ciego lleno de luz en el alma; vivió casi o más de cien años en su maravilloso mundo de física oscuridad, y, a la distancia, su vida y ejemplo nos sirve de SIMBOLO, porque JAMAS PERMITIO QUE ALGUIEN LE DIERA LIMOSNA. Apaleaba al que le quería dar, en tono de piedad, alguna limosna. Era ciego de nacimiento y no tenía tabique nasal, por ello fue, si cabe la expresión: “EL ÑATO MÀS ÑATO DE TODOS LOS ÑATOS”, y era oriundo del tradicional barrio de Colpacucho en donde vivió con pobreza y dignidad hasta su muerte.

Se sostenía haciendo al tacto escobillas, escobas, remendando bateas, haciendo cedazos, zarandas, cardaba lanas y sobre todo era un exigente COBRADOR, amén de ser el rematista oficial de la Municipalidad de Celendín y el más sonoro lector de bandos y ordenanzas municipales en las que simulaba leer el texto aprendido de memoria. Acorde con su discapacidad fue un gran músico, tipo orquesta: él mismo tocaba la flauta y se acompañaba con su tambor.

Sostenía a su madre y a un holgazán hermano que tenía. Era el eje de las fiestas tanto locales como de aspecto rural. Imponía condiciones: buena paga en dinero, en alimentos y buena y mansa cabalgadura. Partía el ciego previamente amarrado como payanca de chicha. Era poeta, siempre contestaba en consonancia. Se cuentan de él innúmeras anécdotas. En cierta ocasión fue llevado a la iglesia de Balsas, para que, con sus instrumentos, sirva de coro bajo en la misa. Lo hicieron sentar en una especie de altillo sin barandal, quirmándolo con algunos magueyes. Nadie reparó en que el pobre era ciego, hasta que en media misa se precipitó sobre una mujer que arrodillada tenía un crío sobre su espalda. La mujer vociferó al ver desmayado al hijo: "Lo mataste, ciego condenao, a mi pobre hijo", "¡Ay, quemiago...!" El ciego, oportuno, le contestó: "Calla, mujer, no te desesperes, ¡LO VOLVEREMOS A HACER!" Presto el cura vino a preguntarle que pensaba mientras estuvo en el aire, o sea en el decurso de su caída, a lo que el ciego, oportunísimo, le contestó: “CAERME SOBRE UNA BUENA MOZA”. Aprendamos los celendinos a ser diligentes de este maravilloso ejemplar humano que sabía sobreponerse a su desventura: TRABAJANDO INTENSAMENTE.

Ciego Honorio Malaver,
que del humano decoro
noble ejemplo has de ser
recién hoy te revaloro,
ahora que tanto insensato
por mamar oficial teta,
de topo pasa a candidato
traficando en voltereta.
Tú, al político venal
¡Oh, gran ciego!, le fulminas
como a ratero letal
que en el estado ve minas.
A todo flojo “enterito”
y con fuerzas para el trabajo
tu vida le tiene frito,
por holgazán y marrajo.


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