LOS NASHOS


César Díaz Dávila, "Copocho"
Escribe Jorge A. Chávez Silva

Nuestro “Profe Shesha”, popularmente conocido como “Copocho” fue, a decir de muchos codepartamentanos y de cuantos amigos  gozaron de su enjundia y su acordeón, el prototipo del shilico. Artista de enjundiosa bohemia y chispeante conversación; generoso hasta la largueza, romántico hasta la pasión; era otro caso de flagrante polifacetismo (fue músico, compositor, poeta, pintor y fotógrafo) y un amigo de esos que, como dice el tango, “era capaz de jugarse el pellejo para ayudarte en lo que pueda cuando llegue la ocasión”. Era familiar su figura en el club celendino en Lima, del cual fue socio fundador y en cuanta reunión de cajamarquinos hubiera; siempre compartiendo su amistad y su acordeón  jaranero bajo el humo infaltable del cigarrillo pegado en los labios, ¿Quién no recuerda sus inigualables ejecuciones de nuestro tradicional “carnaval celendino”?.

Nació don César Díaz en 1934,  bajo el cielo azul de Edén y fue, si no me equivoco, el primogénito del hogar de don Cesar Augusto Díaz Chávez y doña Petronila Dávila Pereira, realizó sus estudios primarios y secundarios en el terruño natal y los superiores en Cajamarca. Para usar la frase acuñada por don Aníbal Rodríguez “desparramó su didáctica” en el Colegio Javier Prado, luego en el Instituto Pedagógico Regional de Celendín, para terminar su periplo docente en la ciudad de Lima.

Don César Díaz perteneció a una estirpe de artistas y desde pequeño se distinguió por sus aptitudes musicales, obedeciendo a las cuales lo encontramos, muy joven y en compañía de su hermano Julio, como integrantes de la banda municipal bajo la dirección del maestro Galarreta, para desempeñar  luego el cargo de director de la banda de música del Colegio “Coronel Cortegana”, antes “Javier Prado”.

Inspirado en su profundo amor a la tierra compuso varias canciones, entre las cuales destaca la marinera  “Mi Celendín”, en la que realza precisamente las bellezas en que es pródigo nuestro pueblo. Como director del coro “Alborada” de la AC de Lima le cupo el honor de estrenar su marinera en Radio Nacional del Perú. Incursionó en la pintura con sólidos argumentos, siendo muy expresivas sus interpretaciones de los cuentos de don Alfonso Peláez Bazán. Permanece vívido en mi recuerdo el cuadro de gran formato que representaba a Natacha en el resplandor de su belleza nativa, “guajeando” desde la gran piedra “paltancha” y otros cuadros de inspiración costumbrista.

Acerca del apelativo de “Copocho” anotaremos que en Celendín existen muchas familias que llevan apodos genéricos que afectan a los descendientes de varias generaciones y cuyo origen se pierde en  noche de los tiempos, sin que ahora pueda decirse a ciencia cierta cual fue  la circunstancia que los originó, Así tenemos a los “Shatucos”, “Shogos”, “Chicotes”, “Bárbaros”, “Copochos”, “Casheques”, “Churgapes”, “Potucos”, “Noshos”, “Shillidos”, “Cochinillas” y desde luego, los “Charros”, entre otros.

Los “copochos” integraron una familia de artistas epónimos que hicieron bailar a muchas generaciones en el pueblo con las orquestas que formaron. Fueron de esas familias como los Chota en Chachapoyas o los Cruzado en Bambamarca, familias que encarnaron la alegría del pueblo y son sus más genuinos intérpretes. Don César murió víctima de penosa enfermedad, en Lima, y se llevó consigo su fiel acordeón, dejando entre quienes lo recordamos y cultivamos su memoria la ingrata sensación de que con él también se fue parte de nuestra alegría.


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