LAS BELLAS ARTES EN CELENDIN


Juan Muñoz Ortiz

El pintor Juan Muñoz Ortiz nació en 1912 en el pintoresco barrio El Cumbe, en el seno de una familia dedicada a la enfrenadura de sombreros de paja toquilla, como la mayoría de familias de esa parte de Celendín.

Estudió la primaria en la escuela Nº 81, en cuyos aulas empezó a mostrarse como un artista precoz. Más adelante fue uno de los que confirmó la fama que tiene Celendín como cuna de pintores, y como casi todos los de su generación, fue autodidacta. Llegó a dominar con maestría el dibujo, la pintura, el tallado en mármol y en madera, la artesanía de objetos decorativos, la taxidermia de animales y hasta el arte de hacer sellos a mano.

Pasar por la cuadra del jirón Junín en la que estaba su casa taller era como llegar a un templo del arte; uno no sabía qué admirar: la cantidad de cuadros de gran colorido, el misticismo de los escenas pintadas y objetos religiosos, las bellísimas tallas de madera con escenas de caza que colgaban de las paredes, los exquisitos objetos decorativos, el gesto de los animales disecados en su pose característica o los exóticos pavos reales de su propiedad que paseaban por la calle luciendo sus espléndidas colas.

Entre sus hechos más sonadas está el de haber tallado una estatua en selecta madera de cedro, de una sola pieza, del entonces presidente Manuel Prado Ugarteche, causando la admiración del entendido gobernante, quien, en gesto de reconocimiento y retribución, le ofreció una beca pagada por el estado para que se perfeccionara en la Escuela Superior de Bellas Artes de Lima; anhelo que no pudo lograr debido a los prejuicios e intransigencia de su padre, lo que le impidió abandonar el terruño.

Conocido en el pueblo como "Don Juan pintor" realizaba cualquier trabajo de arte que se le encomendara: rótulos, retratos y hasta restauraciones de imágenes y objetos de arte colonial que algunas de las familias tradicionales poseían entre sus tesoros. La obra de este gran artista se encuentra desperdigada en muchos hogares celendinos, cajamarquinos y limeños, así como en los cementerios e instituciones públicas de la localidad. Fue autor, por ejemplo, de un preciso escudo de Celendín, inspirado en el escudo nacional, cuyo paradero se ignora. En él destacaba el burrito con su carga de leña en el reino animal, el telúrico maguey en el vegetal y una tejedora de sombreros en lugar del cuerno de la abundancia, como un significativo (e irónico) homenaje al sacrificio y capacidad de trabajo de la mujer celendina.

Dignos herederos de su padre, sus hijos Juan y Humberto, siguen su huella, dedicados en Lima, con singular éxito, al divino arte.


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