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Como fiesta religiosa movible se celebra en mayo o junio. Los ritos católicos se combinan con el homenaje pagano que las comunidades aledañas a la capital provincial rinden en esa ocasión a los santos patrones de sus respectivos caseríos. El miércoles anterior al domingo de Corpus, los caseríos cercanos traen a sus santos acompañados de la feligresía y el conjunto de danzantes que baila detrás del anda, desde la capilla de su comunidad hasta el interior del templo principal de la ciudad. A estos conjuntos de bailarines la gente les denomina Danzas. El domingo, luego de la misa, el Santísimo Sacramento sale en procesión alrededor de la Plaza de Armas, deteniéndose en altares levantados en cada esquina. Los devotos y los danzantes, sin bailar, lo acompañan y rezan hasta terminar la ceremonia en el Altar Mayor e la Iglesia. A continuación, la fiesta popular, cristiana y pagana, se inicia. Las imágenes traídas de los caseríos son sacadas en procesión, en medio del bullicio de las orquestas de cada grupo de danzantes y del baile mesurado y respetuoso de los bailarines que van delante del respectivo patrón de su caserío, avanzando y retrocediendo para hacerle reverencias. Terminado el recorrido, las imágenes son dejadas en la Iglesia Matriz. El mediodía ha llegado. Por la tarde, en el coliseo cerrado, se procede al concurso entre los grupos participantes. Cada uno de ellos hace gala de la coreografía y pasos de danza que durante siquiera dos meses antes han ensayado y aprendido. Los ganadores serán premiados por la Municipalidad provincial el jueves siguiente, cuando regresan a llevar sus santos. Cada grupo de danzantes luce el vestuario especial que lo caracteriza. Sin embargo, todos tienen en común los siguientes elementos: Cada conjunto está constituido exclusivamente por hombres incluyendo a los músicos. Sólo hay dos grupos integrados por niñas llamadas “pallas”, vestidas con zapatos negros o blancos, medias cortas llamadas cubanas y rajes de seda de color rosado, celeste, azul o violeta. En el torso lucen una chompa de lana finamente tejida, contrastando con el color de su vestido. Cada una de estas danzas tiene un “patrón”, que es un niño vestido con terno, a la usanza de los citadinos pero caricaturizando antiguas modas. Lleva zapatos de charol, escarpines, bufanda, sombrero de fieltro y un paraguas. Las niñas cantan versos en honor a la Virgen y bailan al compás de su melodía. Un grupo de “pallas” le hace honor a la Virgen de la Candelaria del caserío del mismo nombre, y el otro, a la Virgen de las Mercedes del caserío de Malcat. Los danzantes de los demás grupos, es decir de los que están conformados por varones usan llanques y, en las piernas, a la altura de los tobillos, llevan “shilshiles” conocidos en otros lugares como “maichiles”, para dar mayor sonoridad y acompasar los pasos del baile. Los “shilshiles” son semillas encapsuladas de una planta que suenan al chocar entre sí. El pantalón es de color negro, azul o marrón y la camisa, blanca, amarilla o de algún otro color encendido. Algunos grupos llevan terciado y en bandolera un poncho. Cada danzante está tocado por un sombrero de paja toquilla confeccionado en Celendín. La danza que en la mano derecha de sus bailarines lleva un “cacho” o cuerno de toro lleno de aguardiente es el del caserío de Santa Rosa, al que se le conoce con el nombre de La “Guayabina”. La característica principal de cada grupo lo constituye el par de “toros” que no son otra cosa que la imitación del animal hecha de madera y carrizos formando un prisma triangular abierto por uno de sus lados largos por donde entra la cabeza y los brazos del cargador danzarín. El resto del armazón va forrado con tela pintada de vivos colores. En el lado delantero se confecciona la cabeza del toro usando cuernos reales. Por ojos se colocan dos espejos pequeños y redondos. La lengua le sale del hocico y es hecha de tela roja. En el lado opuesto se coloca la cola real del animal. Los “toros” fingen atacar a los curiosos; los corretean, de preferencia a los muchachos que los provocan gritándoles “toro nariz de olloco pelao”; y allí es cuando “vieja” o “viejo” según el toro que arremete lo persigue para calmarlo y regresarlo a la comparsa que avanza danzando por las calles. Mientras dura el baile, los “toros” mugen y hacen como que entre ellos pelean hasta ser separados por sus amos. La característica común a los grupos de danza lo forman la “vieja” y el “viejo” a los que aludimos antes. El “viejo” es un danzarín disfrazado con ropa apropiada a su caracterización. Por barba lleva una postiza hecha de pellejo de carnero curtido con toda su lana. En su mano derecha porta un látigo de tiras de cuero de res trenzado conocido en el medio como “culebrilla”, con el que asusta a los muchachos que se acercan mucho a su “toro” para jalarle el rabo. Asimismo, le sirve para apartar a la multitud que se apretuja para ver de cerca de la danza, limitando su espacio de baile. La “vieja” es otro danzante disfrazado de mujer. Se viste con pollera llamada “fondo”, con chaqueta o blusa de seda de color chillón. Lleva trenza postiza, aretes, una rueca con copo de lana en un brazo, y, en el otro, una muñeca simulando ser su bebé. Va muy pintarrajeada y junto a su “viejo” y con sus respectivos “toros” bailan sin interesarse por llevar el paso de los otros del grupo. Son la nota pintoresca del conjunto al fingir que pelean y se amistan abrazándose y parodiando besarse o intentando hacer el amor. Como ya se ha dicho, “toros”, “viejas” y “viejos” contribuyen a mantener espacios libres para los grupos danzantes, apartando a los curiosos haciendo la farsa de atacarlos los primeros, y gritando : “abrirse”, “abrirse” los segundos. El marco musical está conformado por un violinista y un ejecutante de tambor o “caja”. Únicamente en el caso de “La Guayabina” el músico es uno que tocaa la vez una flauta de metal y la “caja”. Durante el concurso bailan al compás del huayco o cachua propia de cada grupo y representan números relacionados con las faenas agrícolas de la comunidad en que viven y trabajan. Por ejemplo: la de San Sebastián de Llanguat remeda la molienda de caña de azúcar, unciendo previamente a los “toros” que dan vueltas alrededor del trapiche, azuzados por la “vieja” y el “viejo”. Uno de los bailarines introduce en el trapiche las cañas de azúcar y otro, al lado opuesto recoge en un recipiente el jugo que dan de beber a los niños. Finalizada la representación, arrojan como obsequio a los espectadores, trozos de caña de azúcar, pequeños calabazos de miel, tapitas de chancaca y otros productos de ese productivo valle. Otro grupo, el de Pilco, teje bailando y desteje después, con cintas rojas y blancas el llamado “pabellón”, formado con los colores patrios el mástil que porta un integrante de la comunidad. El tejido y destejido exige exactitud de los danzantes al cruzarse, sin perder el compás y el orden, desplazándose con gracia y elegancia. Uno de los aspectos coreográficos muy singulares de la danza Guayabina lo constituye el llamado “toreo”. Consiste en que, por turno, cada “toro” ingresa al centro del círculo formado por los demás danzantes que van bailando sobre su propio terreno. Alternativamente cada danzante también ingresa al círculo y ejecuta pases y suertes al “toro” que es cuidado, a su vez, por sus respectivos “viejo” o “vieja”. Se producen cogidas y revolcones como si se tratara de una lidia real, es pues, una parodia del arte taurófilo traído por los españoles y que el hombre del campo ha asimilado y hace burla así de esa tradición. Sin embargo, es de su entero gusto la fiesta brava del mes de julio. Cabe señalar, que todos los danzantes, cada vez que termina la ejecución de un paso de baile o una coreografía lanzan al unísono y levantando los “cachos” kugidos al estilo de los animales reales. Así, los campesinos celebran la fiesta del Corpus Christi. Antes, debemos subrayar un detalle importante: después del concurso y cuando traen a la ciudad a sus santos como cuando lo regresan a sus lugares de origen, los grupos de danzantes visitan las tiendas de comercio en especial, para alegrar a los dueños con sus tradicionales bailes como para pedir, a través de la “puesta” de pañuelos, un trago para sus gargantas resecas por el baile agotador. El “poner” pañuelo es un rito consistente en que el grupo se detiene a bailar frente a la puerta del establecimiento comercial o casa de un conocido. En determinado momento, el jefe de cada fila de danzantes (siempre son dos filas) se adelanta e ingresa a la tienda o casa y pone el pañuelo con el que baila en el hombro del dueño. Lo siguen los demás bailarines y hacen lo mismo. Eso significa que el agasajado debe brindarles un trago de licor como agradecimiento. Los grupos de danzas más connotados son los que a continuación se señalan: La Guayabina, del caserío de Santa Rosa. La de San Sebastián, del caserío de Llanguat. La de San Francisco, del caserío de Chuclalás. La de la Virgen de la Candelaria, del caserío del mismo nombre. La de la Virgen de las Mercedes, del caserío de Malcat. La de San Juan, del caserío de Pilco. La de la Virgen de las Mercedes, del caserío de Cashaconga. La del Corazón de Jesús, del caserío de La Huaylla. Celendín enero de 2006. |
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