LOS FORJADORES


Juan Basilio Cortegana,
soldado y ciudadano
Escribe Jorge Chávez Silva

Paseando por la plazuela de La Alameda, nos detuvimos a contemplar el busto de nuestro héroe máximo, obra del escultor René Pereyra Salas, viendo como entre el bucólico paisaje se enaltecía la figura del héroe de la Independencia, tal como reza la triste lápida que ostenta el pedestal en uno de sus flancos:

“Fundador de le Independencia
Restaurador de su patria
Vencedor en Junín y Ayacucho
Sitio del callao
Juan V. Cortegana
Muriò el 11 de Dic. 1877
Esta le dedica su hija Corina Cortegana”

Era el epitafio que identificaba una tumba casi anónima en el cementerio Presbítero Maestro en Lima y que rescatada tras el traslado de los restos de Juan Basilio a la Cripta de los Héroes fue a parar en el busto que perenniza su memoria en el pueblo que lo vió nacer.

Nació, pues, Juan Basilio Cortegana y Vergara el año de 1801 en la población que sólo un año más tarde tomaría el nombre de Villa Amalia de Celendín. Fueron sus padres don Dionisio Cortegana y doña María Vergara, personas acomodadas que deseaban para el futuro héroe la vía sacerdotal vista sus cualidades intelectuales que lo destacaban en la escuela que regentaba el clérigo don José Cabello. Pero, a veces, el hombre es una respuesta a las circunstancias, al ambiente ideológico y al momento histórico que le toca vivir y en la América Española durante las dos primeras décadas del S. XIX, un hondo sentimiento sacudía las conciencias. El sentimiento de Patria Independiente prendió en los corazones de los españoles americanos y Juan Basilio Cortegana supo escuchar esa voz y después de un breve paso por el Ejército realista se siente ganado por la causa de la Patria, participando en la Jura de Libertad en la ciudad de Trujillo organizada por Torre Tagle y se pone al servicio del general José de San Martín en Huaura. Formando parte de la famosa LEGION PERUANA DE LA GUARDIA que tantos actos de heroísmo protagonizó en los anales de la emancipación con el grado de Teniente.

Con ese grado participa en las batallas de Junín y Ayacucho a las órdenes de La Mar y del coronel José María Plaza, ascendiendo al grado de Capitán, hecho que años describiría en su aún inédita “Historia del Perú”.
Tras la Batalla de Ayacucho, quedó consolidada la libertad del Perú y de América; había llegado la hora de envainar las espadas y Cortegana prosigue su carrera militar en donde su ruda franqueza para expresar sus opiniones le ocasiona algunas dificultades. El 1833 se vio envuelto en el alzamiento de Salaverry contra Gamarra por lo que fue destinado, como un destierro a Maynas. En 1838 ya como Teniente Coronel participa en la campaña de restauración y en 1841 se le destina a la frontera con Bolivia. Ese año marca un punto crucial en su carrera y en su desventura personal. La franqueza en la expresión de sus opiniones y su incapacidad innata para soportar las injusticias lo llevaron a formular protestas airadas que dieron pábulo a que se le incoase un proceso para desprestigiarle. Juan Basilio demostró su inocencia y rectitud de su conducta, pero eso no lo libró de ser separado del servicio activo.

Ese fue el golpe brutal e inesperado que truncaría su carrera. Un año después, en 1842, Juan Basilio postula a una senaduría por el departamento de Cajamarca, fracasando en el intento, pus sólo contó con el apoyo decidido y franco de sus paisanos de su querida provincia a la que no olvidaría jamás a lo largo de su vida y por la que luchó siempre abnegada y denodadamente como soldado y ciudadano.

Su situación económica empeora hasta el extremo de que tuvo que trabajar en una firma comercial para sobrevivir. Recluído en su modesta casa de Malambo 122, en compañía de doña Manonga Arnaiz, su esposa, de la que enviudaría en 1857, lleno de nostalgia por los hechos vividos se dio a la tarea de escribir su monumental “Historia del Perú”, sin olvidar a su natal Celendín, cuyo progreso no había dejado de interesarle en ningún instante. Después de activísimos trámites y gestiones logró ver a Celendín elevado al rango de Provincia, consiguiendo además, que se inauguraran varias escuelas, la instalación del primer cementerio y otras prebendas más.

No se vería defraudado este amor de Cortegana por su patria chica, pues en la Legislatura de 1868 se le elegía como representante de la provincia, expresados en documentos que en partes transcribimos:

“PROVINCIA DE CELENDIN: Los ciudadanos notables y padres de familia y de los distritos suplican a su benevolente autoridad a que nos haga la gracia de darnos como Sub Prefecto propietario al Teniente Coronel Don Juan Basilio Cortegana, pues al hacerlo así, merecerá de ella y sus moradores su eterna gratitud.
Celendín, octubre 21 de 1862.
José del Carmen Díaz”

Desgraciadamente, tan apremiante y unánime solicitud no fue atendida por el Ejecutivo Nacional y Juan basilio, decaído en su salud se dedicó en pleno a la conclusión de su Historia en su casa de Malambo, obra ignorada, desconocida, transportada al extranjero, fue a parar a la colección de don Emilio Gutiérrez de Quintanilla y despés a la biblioteca del expresidente argentino Agustín P. Justo de donde regresó en marzo de 1945 a la Biblioteca Nacional, mediante la oporuna intervención del R.P. Ruben Vargas Ugarte y del Dr. Jorge Basadre.

Las horas finales del héroe ocurrieron al amanecer del día 11 de diciembre de 1877 en que su estado se agravó dejando de existir a las cinco y media de la mañana. El guerrero de Ayacucho descansaba de sus afanes y desengaños en el mundo.

Pero así como en su época le cupo una fortuna adversa en el reconocimiento de su valía, en nuestro mundo actual parece destinado al olvido, pues nuestras autoridades no han tenido en cuenta el afán ejemplarizador que significa su vida y no han instituido en el calendario cívico local una fecha dedicada al su homenaje.


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