LITERATURA


Nuestros escritores

Los escritores son parte de esos seres predestinados que tienen la sacra misión de dar testimonio artístico de la vida del ser humano y de los pueblos.

Y esto es particularmente válido en el caso de los escritores de Celendín, sobre todo cuando se habla de los que se quedaron cerca de la tierra, sin que esto signifique que los que se fueron no llevaran un pedazo de nuestro cielo y nuestro suelo en su corazón y que, alimentados por esas riquezas, ellos no hablaran, en otros horizontes, de lo nuestro y del hecho humano en general.

Bajo la pluma inspirada de nuestros narradores y poetas cobran vida inusitada las cosas simples de la vida, las pencas y los eucaliptos hablan del suave mugido y el paso cansino del ganado que transitó por allí y de cuanta lluvia cayó en aquel invierno para apagar la sed de los maizales. Bajo su juicio sabio, el rudo trabajo de los campesinos cobra dimensiones épicas.

A nuestros escritores de la tierra los acuna la querencia y los mece el límpido cielo y la brisa perfumada de alcanfor. ¿Cómo explicar sino el drama de “Braulio”, de “Maximino” y de “Higinio”, o la lacerante locura de la adolescente en “Espina de Maram”, los personajes de Peláez Bazán? ¿Y cómo no llorar por los ecos de trinos de huanchacos que nos transmite Garrido Malaver en su telúrica y maravillosa “Vida de Pueblo”.

A nuestros escritores les interesa también el mundo, pues, buenos hijos de nuestra tierra, ya en ella se habían preparado para el viaje. Ellos, los que se fueron, nuestros escritores que transitan por senderos alados y nos transportan en su exquisita locura a entender el mundo de hoy tal cual es, ellos también están armados de la vida y la poesía que encierran el paisaje y el aire de Celendín.

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