PUEBLO Y CULTURA


Una fabla muy particular
Escribe Jorge A. Chávez Silva

Harto conocida es la anécdota de aquel paisano, general del ejército, que estando en la dirección de la Escuela de Policía aceptó la recomendación de algunos coterráneos para favorecerlos en el examen de ingreso y cuyos nombres había anotado en una lista. Señalaremos que Celendín y especialmente el distrito de Huacapampa, han sido pródigos en jóvenes que iban a engrosar el contingente de la Benemérita Guardia Civil, pues como dice la copla: 

En mi tierra no hay trabajo,
ni siquiera de albañil;
pa’ que no me digan vago,
me voy de guardia civil.

Llegado el día y estando formados en el patio todos los aspirantes, el jefe reparó que había olvidado la lista en su casa y no sabiendo como identificar a sus recomendados, tuvo una ocurrencia que tuvo efectos inmediatos. Empezó ordenando por los altavoces:

-¡Atención...! ¡Descanso...! ¡A la derecha..., derecha!

Luego, como quien no quiere la cosa ordenó:

-¡Ashutúrense!

Más o menos una docena de aspirantes cumplieron la orden, lógicamente, al cabo de unos seis meses todos estos paisanos ya se encontraban tocando el silbato en una de las avenidas de la capital o helándose hasta el trasero en las frías alturas de Puno.

Sacamos a colación la anécdota para remarcar que como ocurrió en todo el Perú antiguo las diferentes comarcas sufrieron influencias que marcaron su lenguaje y, por ende, su destino futuro. En nuestro caso, según las investigaciones del profesor Daniel Quiroz Amayo y sobre todo del arqueólogo Moisés Chávez Velásquez, estas se remontan al horizonte de Chavín y la cultura Mochica; sin por ello descartar la intromisión de los Incas, de cuyo quechua guardamos reminiscencias en nuestro castellano bastante llano y correcto.

Al parecer los antiguos shilicos serían descendientes de los mochicas que florecieron entre el siglo 4 y 8 de la era cristiana; resurgieron como cultura Chimú en el siglo 14, resistieron las influencias idiomáticas de los Incas y conservaron su idioma hasta muy entrado el siglo XVIII. De allí a esta parte aún se conservan palabras, usos y costumbres que hablan a las claras de esta influencia.

Estos estudiosos precisan que fue una variedad del Muchik, el Culli o Culle, para ser más precisos o, según sostiene Pedro García "El Búho", sería el Sec, variante del mismo idioma los que se hablaron en esas épocas en el territorio del actual Celendín.

Inflexiones, estructura, terminaciones idiomáticas y sobre todo las toponimias probarían esa filiación que ha producido una forma muy particular de comunicación que caracteriza a los shilicos actualmente. Sobre las inflexiones de voz es necesario anotar que en nuestra habla hay otros sonidos que son extraños para otras gentes y cuya sonoridad no se puede expresar con el alfabeto castellano.

En página aparte insertamos una lista de vocablos cuyo significado despertará la nostalgia de muchos paisanos que ya no están en el pueblo. Estos vocablos, muchos de las cuales siguen en vigencia, se hablaron corrientemente hasta la década de los años 50. Señalamos asimismo las procedencia distrital de algunos de ellos. Tal vez sobra decir que toda contribución. precisión o mejora a esta recopilación será más que bienvenida.


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